Inflación, recesión y cómo proteger los patrimonios (parte1)

15 de agosto de 2022

TEMA: VALOR RAZONABLE

Autor: Joaquín de la Guardia.

El episodio inflacionario que estamos viviendo ha hecho que muchos ahorristas vuelvan a tomar conciencia de uno de los factores que más inciden en la salud de sus patrimonios.

Para poner las cosas en perspectiva, inicio con un poquito de historia mal contada. Durante los últimos 100 años, la inflación en dólares en Estados Unidos promedió algo cercano al 3%. Más o menos por la mitad de este periodo imperó el llamado “Gold Standard”, donde el dólar estuvo ligado directa o indirectamente al oro. Esta conexión, mientras duró, fue un freno para la expansión del circulante y por consiguiente la inflación.

Dicha relación termina definitivamente en 1971 bajo la administración del presidente Nixon. Pasando el “US dollar” al esquema actual conocido como “fiat currency”, donde la política monetaria queda al libre albedrío del Banco Central (Fed).

Los últimos 100 años incluyen tres episodios de inflación de “doble dígito” relacionados con las dos guerras mundiales y la guerra de Vietnam. El episodio actual, con inflación de 4.7% en 2021 y tal vez 8% en 2022, podría estarse rankeando como el cuarto más severo en los últimos 100 años. Y esto no es de sorprender, ya que muchos comparan el impacto económico de la pandemia con el de una guerra.

Esta sinopsis no estaría completa si no tocamos aunque sea en forma somera la experiencia de otros “fiat currencies” a lo largo de la historia o alrededor del mundo. El yen japonés es un caso único con casi 30 años ininterrumpidos de deflación, es decir, precios estables o a la baja.

Cabe señalar que Estados Unidos también tuvo años de deflación durante la Gran Depresión, pero en aquel entonces permanecía en el “patrón oro”. Ahora bien, mucho más común y problemático para los ahorristas es el otro extremo del espectro, conocido como “hiperinflación”.

Dicho fenómeno lo han experimentado múltiples países latinoamericanos en décadas recientes, Estados Unidos en el siglo XIX, Europa durante las guerras, etc.

En estos casos, la inflación entra en una espiral ascendente, las monedas pierden la confianza del público y, finalmente, su poder adquisitivo se reduce a cero, pasando a ser monedas fallidas.

Para cumplir con su mandato de estabilidad de precios, los bancos centrales periódicamente suben las tasas o encarecen el crédito, provocando algunas veces contracciones económicas conocidas como recesiones.

Siendo ejemplo emblemático de esto, el chairman Paul Volcker llevó en 1981 las tasas de corto plazo en dólares a 20%.

Esta movida derrotó la inflación de aquel entonces y trajo tres décadas de “bull market” o bonanza para los inversionistas de renta fija. Donde el interés que pagaban los bonos y depósitos de alta calidad era muy superior a la inflación, escenario completamente opuesto al actual donde el “interés real” es negativo.

Volviendo a las recesiones, cualquiera que sea su origen, son otro viento en contra para los patrimonios. Periodos donde el valor nominal de los capitales, en su conjunto, avanza poco o, en casos severos, puede hasta retroceder.

También son periodos propensos a accidentes, en los cuales empresas o inversionistas que no se han manejado con suficiente prudencia o talento pueden fracasar. Una especie de purga o limpieza periódica de los actores más débiles o inescrupulosos.

Importante añadir que las recesiones son frecuentes, ocurriendo en promedio cada cinco años, y para los efectos imposibles de predecir. Por lo que, racionalmente, al inversionista o empresario le toca estar preparado en todo momento para navegar estos ambientes cuando lleguen.

El autor es financista.