Inflación, recesión y cómo proteger los patrimonios (parte 2).

23 de agosto de 2022

TEMA: VALOR RAZONABLE

Autor: Joaquín de la Guardia.

Como vimos en la entrega anterior, es inútil tratar de pronosticar cuándo vendrá la próxima recesión. Igualmente impredecibles son los llamados “bear markets”, bajones de 20% o más en los precios de las acciones que ocurren en promedio cada tres o cuatro años.

La inflación, por su parte, es un lastre continuo y muy significativo para el valor real de los patrimonios. Más aún, la inflación es también un fenómeno acumulativo con la dinámica exponencial del “interés compuesto”.

Esta es la razón por la cual, por ejemplo, una botella de Coca Cola que costaba 5 centavos un par de generaciones atrás hoy en día vale 1 dólar.

Volviendo al momento actual, por más que Jay Powell logre “normalizar” la inflación en un plazo relativamente corto, la secuela de esta crisis será que el dólar descendió un escalón importante en su valor real. Y una vez superado el episodio, reanudará el descenso en su poder adquisitivo al ritmo histórico de 3% anual. En otras palabras, año tras año, el ahorrista necesitará más dólares para comprar lo mismo.

¿Cuál es entonces la solución? En las palabras de Charlie Munger, “nosotros siempre estamos nadando hacia adelante, muchas veces con la corriente a favor, otras en contra”. Cabe destacar que, en el balance, la “corriente” en Estados Unidos ha sido abrumadoramente a favor para el que está invertido en acciones, multiplicándose su valor por 120 en los últimos 50 años.

Dadas las circunstancias antes descritas, se puede concluir que para cumplir a corto y largo plazo con las necesidades de sus beneficiarios, los patrimonios deben mantener de manera permanente un amplio componente de liquidez y un componente de generación de riqueza a largo plazo. Este último es el equivalente a un motor que permita que el valor real del patrimonio se mantenga o avance con el paso del tiempo.

Comenzando con la “cubeta” de liquidez, esto se refiere a instrumentos de la más alta calidad y plazos moderados donde la “plata” de verdad esté disponible cuando se necesita.

En cuanto a la porción generadora de riqueza, acá la solución superior e indiscutible es la propiedad a largo plazo de compañías de alta calidad.

Una alternativa que no es la mejor para la “cubeta” de creación de riqueza son los instrumentos de deuda de baja calidad. Esto porque históricamente sus rendimientos han sido inferiores y, sobre todo, el riesgo puede ser mucho mayor al momento de una recesión. Muchas veces estos bonos ofrecen atractivos cupones que a la postre no resultan sostenibles.

Se trata por definición de emisores frágiles, ya sea por apalancamiento alto o cualquier otro motivo. Cuando hay problemas, las protecciones contractuales fácilmente pueden ser objeto de adendas. Inclusive, hasta el status “senior” o supuestas garantías reales pueden resultar una ficción. Todo esto tomando en cuenta que los tenedores de los bonos suelen ser un grupo difuso, desorganizado, sin voz, ni voto, ni vocación para peleas.

Para finalizar, es importante tener presente que si bien las inversiones no son complicadas, tampoco son simple intuición, ni menos una ciencia oculta.

Al contrario, es un campo donde hay más historia e información objetiva, inclusive, que en muchas ramas de la medicina, lo cual se traduce en evidencia copiosa de qué funciona y qué no funciona.

Por consiguiente, para el ahorrista que de verdad busca maximizar su seguridad y prosperidad económica, las mejores soluciones para su “problema” no serán idílicas pero sí bastante claras. ¿Por qué entonces el inversionista típico pierde el camino y se aleja tanto de su potencial? Probablemente, una combinación de múltiples factores: Falta de conocimientos, disciplina o control de las emociones buscando satisfacer caprichos o prejuicios, validación social, simple farolería, etc, y tampoco ayuda que la industria, por la razón que fuera, muy rara vez recomienda lo que en verdad le conviene al público.

Ojo, al final del día, no es que invertir de manera frívola, desinformada o irracional sea pecado, ni mucho menos. Pero sí debemos estar conscientes de que esta forma de proceder tampoco es gratis. ¡Muy lejos de serlo! Con el paso de los años, el sacrificio económico con toda seguridad será exorbitante.

El autor es financista.