La hipertrofia de la información y la nueva economía

12 de julio de 2021

TEMAS: Valor razonable

Hace algunos años, Peter Thiel, co-fundador de PayPal y el primer inversionista externo en Facebook, publicó un pequeño volumen titulado “Zero to One: Notes on Startups, or How to Build the Future”. En éste, Thiel hace una doble observación muy provocativa: desde principios de los años setentas, argumenta, y en contra de lo que la mayoría de nosotros podría pensar, vivimos en una era de estancamiento tecnológico y la excepción la constituye el tremendo desarrollo de la tecnología de la información.

Al superar nuestra natural reacción de asombro, es difícil negar que Thiel tiene un punto. Basta pensar que hace 50 años hombres eran enviados a la Luna y hoy por hoy esa epopeya espacial parece más del futuro que del pasado, pero es la hipertrofia de la tecnología de la información con respecto a otras industrias lo que da pausa para pensar en las inmensas consecuencias económicas de este desbalance.
Las compañías líderes en tecnología de información a nivel global no sólo se han convertido en las empresas de mayor valor en los mercados de capitales. Esto es incidental.

El exponencial poder de la interacción del microprocesador y el código, la capacidad organizacional y comercial de crear nuevos espacios de consumo y de generar inmensas economías de escala, la habilidad de atraer el mejor talento humano, abren la intrigante posibilidad de que estas empresas, las Microsoft, Amazon, Facebook, Apple y Google, entre otras, superen sus espacios de quehacer naturales y exploren y dominen otras industrias.
Ya este proceso, en realidad ha comenzado. La industria cinematográfica, por ejemplo, está siendo transformada desde sus cimientos por las gigantes de la tecnología de la información. No es la primera. No será la última.

Con su omnipresencia en nuestras vidas, estas colosales corporaciones tienen acceso al Santo Grial: un mapa cada vez más confiable y práctico del comportamiento humano. El conocimiento en sí es poder, escribió en alguna parte Francis Bacon. Las posibilidades económicas son difícilmente desestimables.
Es natural pensar que sectores económicos sensibles al uso de enormes cantidades de data compleja, como la industria financiera, entrarán de una manera u otra, y cuando menos parcialmente, en la órbita de las gigantes del código binario.

Y es en esta frontera, donde el poder crudo y creciente de la tecnología de la información toca y fecunda el conocimiento especializado de otras industrias, que quizá está la clave de la nueva economía. No mejor ni peor necesariamente. Sencillamente nueva.

Roberto González Milá de la Roca