Un difícil acto de equilibrio

30 de marzo de 2020

TEMAS: Valor razonablecoronavirusSalud

No cabe duda de que la prioridad de la sociedad global ante la pandemia del coronavirus es la salud de todos y que todas las medidas sanitarias razonables han de ser tomadas para minimizar el impacto de salud de la misma sobre la población.

Sin embargo, rara vez en las sociedades humanas las decisiones vienen en conveniente blanco y negro. Sería una simplificación atroz, dañina y, sobre todo, falsa asumir que al tomar las graves medidas que están siendo implementadas en Panamá y en todo el mundo no se está incurriendo en un enorme costo económico, que podría tener consecuencias posteriores a la solución satisfactoria de la crisis de salud.

Aquellos que por su posición o cargo han de tomar estas decisiones actuarían sabiamente al tenerlas en cuenta.

Económicamente hablando, la pandemia es perversa ya que ataca el motor del sistema económico: nuestra capacidad de trabajar, de producir bienes y servicios. Es un shock tremendo para la economía real: fábricas productivas cerradas; líneas de distribución de bienes que se detienen; tiendas y comercios que cierran sus puertas.

Sin o con poca actividad las relaciones de todo tipo que mantienen la vitalidad económica se deterioran y degradan y pueden hasta disolverse. Un ejemplo muy al caso es un despido que sucede cuando una empresa, previamente viable y hasta próspera, pero cerrada por las medidas de emergencia, ya no puede mantener a un empleado en su nómina y lo despide.

En la medida que nuestros líderes cierran el cerco al coronavirus y lo extienden en el tiempo el costo económico es mayor. Es una realidad. Debe haber un punto óptimo entre efectividad sanitaria y minimización de costo económico, pero discernirlo es esencialmente imposible. No nos queda más que esperar a que la realidad se acerque a ese punto teórico.

Creo que una nación civilizada hace la guerra para resolver un asunto puntual con el objetivo de alcanzar la paz. De manera análoga, creo que debemos actuar en esta crisis con mentalidad (y decisiones) de emergencia con el objetivo de derrotar al virus, minimizando el costo económico de lo que derrotarlo conlleva y alcanzar, de nuevo, la normalidad.

Desviarnos de este objetivo sólo elevará el costo cuando la crisis pase. El cliché no deja de ser válido: hay que evitar a toda costa matar al paciente para curar la enfermedad. Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo, pero hay que intentarlo.

Editor: Roberto González Milá de la Roca