Un nuevo giro de la ruleta

25 de abril de 2017

En Latinoamérica vivimos en concubinato con el paternalismo de Estado: la arraigada expectativa de que el Estado (el Gobierno) existe para resolver todos nuestros problemas e inquietudes, desde el precio de la leche hasta las festividades de Carnaval.

Después de la épica gesta independentista, sustituimos a la casa de Borbón y sus fisiócratas más o menos ilustrados por caudillos de toda índole, los cuales, con el tiempo, se disfrazaron de políticos en rol de falsos mesías. Nos vendría bien aprender aquella máxima atribuida, quizá de forma apócrifa, a Jefferson, que dice que el gobierno que te lo da todo te lo puede quitar todo.

Pero, como estamos lejos de internalizar ese mensaje, nos toca jugarnos parte del destino cada 4, 5 o 6 años, con la regularidad (o irregularidad) del calendario electoral de cada una de nuestras naciones.

Este año, tres países fundamentales del sistema latinoamericano de naciones tienen elecciones presidenciales: Colombia, México y Brasil.

Venezuela no cuenta, porque lo que se está preparando allá a esta hora es cualquier cosa menos una elección.

Los riesgos son enormes en cada caso. En estos tres países, que suman casi 400 millones de habitantes y más de la mitad del producto interno bruto (PIB) de la región, existe la clara posibilidad de que alcancen el poder caudillos que destruyan los progresos institucionales que en materia económica se han podido alcanzar en las últimas tres décadas: consenso a regañadientes de que una economía de mercado provee una base racional para el crecimiento económico; un entendimiento básico de que una medida de apertura hacia el comercio internacional y el capital extranjero fortalece a nuestras economías; y una noción mínima de que una economía más o menos moderna requiere instituciones técnicas especializadas, como los bancos centrales, que disfruten de un grado de independencia del nauseabundo e infantil vaivén político.

La ironía está en que los precios de las materias primas en los mercados mundiales, como el petróleo y los metales, se están recuperando.

Estas constituyen aún nuestra carta de presentación en la economía global.

De alguna manera, como región y después de 500 años seguimos siendo mineros, como cuando el conquistador español se dejó de andanzas quijotescas y de las entrañas del Cerro Rico de Potosí extrajo la plata que monetizó a Europa.

Sería una verdadera lástima que este respiro coyuntural lo malgastemos como región eligiendo como líderes a aquellos que, con toda seguridad, utilizarán esa riqueza regalo de la naturaleza para destruir nuestros tentativos progresos institucionales.

FUENTE: prensa.com